
Robinho no llegó a cansarse de encarar a los defensores chilenos y de desbordarlos una y otra vez. Hizo tres goles y daba la sensación de que si el partido seguía diez minutos, hacía tres mas.
Desde hace casi 100 años, en Brasil hay una disputa entre Río y San Pablo por quién tiene el mejor futbol y los mejores jogadores. Se habla de dos estilos bien marcados. Se dice de los nacidos en Río que son jugadores virtuosos, con mucha habilidad, que hacen malabares con la pelota y deleitan al público. Del jugador paulista de destaca su inteligencia, su futbol táctico y su elegancia en los movimientos.
Esta discusión, imposible de resolver, parece diluirse en el tiempo. Robinho, nacido y criado en las afueras de San Pablo, jugador del Santos, ejemplo del futbol paulista, se mueve en la cancha de acuerdo al modelo de jugador carioca. Es, seguramente el jugador mas habilidoso del mundo en este momento. Este caso, parece demostrar que el mundo se unifica, que luego de décadas de convivencia, pocas diferencias hay entre un futbolista carioca, un paulista y un senegalés. Si los tres observan y emulan los mismos modelos que le llegan desde Europa via ESPN, las fuentes de aprendizaje son las mismas. En esta vorágine puede suceder que un niño francés de padres argelinos admire y copie a un futbolista formado en el Wanderers Montevideano y con ese estilo, llegue a ser el mejor jugador del mundo.
Desde el frío porteño, las bicicletas del delantero paulista enervan un poco el ánimo, en el argento espectador despiertan un oscuro deseo de plancha descalificadora. Robinho pasa una piernita por encima, inclina el cuerpito, y uno a la distancia, espera el taponazo en la tibia, la murra que desahogue al defensor y sosiegue un poco al delantero. Pero no sucede, los chilenos se comen el amague, le ven el número y vuelven al trote.
Puede ser que todos los futbolistas vean la Champions League y copien las jugadas del Playstation, pero a mi me parece que ningún argentino hubiera permitido, como hicieron hoy los chilenos, que Robinho hiciera el segundo gol de esta tarde, mucho menos el tercero.
Ni Perfumo, ni Mouzo, ni Ruggeri, ni Ayala, ni Milito, dejarían al talentoso jugador brasilero, mostrar tanto la pelotita. Y no se trata de violencia, tal vez si, pero se trata también de exigir un respeto extra. Hacerle saber al otro que no nos da lo mismo pasar de largo o quedarnos con la pelota, que aparte de al equipo, afecta mucho nuestro orgullo comernos un caño.
En una de esas nos encontramos con Robinho en esta copa y podremos probarlo, pero apuesto a que no va a ser lo mismo, pese a la globalización, al menos en el futbol, siguen habiendo diferencias de estirpe.
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